Probablemente, todos los que deseamos conocer mejor a Vicente Blasco Ibáñez, los que buscamos datos concretos e información confiable en las publicaciones –
libros o artículos de la hemeroteca – encontramos muchas veces referencias relacionadas con la actividad de José Luis León Roca (Valencia, 1916
– 2007), el conocido personaje valenciano que, de manera autodidacta, dedicó gran parte de su vida a la investigación sobre la figura del novelista.
Fruto de su pasión son los estudios publicados a finales del siglo pasado – entre los que destaca la conocida biografía del escritor –, los numerosos eventos organizando en Valencia, exposiciones, congresos, productos editoriales y audiovisuales, los comentarios en la prensa local, etc. todo ello con el proposito de reivindicar la importancia de Blasco en la cultura universal y de reconstruir su figura en la ciudad natal. En aquella época, Leon Roca fue Director honorífico de la casa-Museo
Blasco Ibáñez, inaugurada en 1997.
León Roca con M. Beneyto y F. Carsí en la Exposición de la Casa-Museo Blasco Ibáñez, mayo 1998 (Foto: V. Martinez, Las Provincias) |
A continuación se reproduce el artículo titulado Valencia aún está en deuda con Blasco,
publicado el 6 de mayo del 2001, en el Diario
de Valencia; es una entrevista realizada por María Consuelo Reyna (MCR) a
José Luis León Roca (JLLR)
Lógicamente, León Roca expresa su opinión personal que, en
ciertos aspectos, denota su propia orientación política y la influencia del
medio donde vivía. Además, al parecer, no tuvo acceso a toda la documentación
que hoy conocemos.
Aunque así, es interesante conocer su punto de vista.
Valencia 2001. J.L. León Roca y María Consuelo Reyna, durante
la entrevista
(Foto: Marcelo Ullúa, Diario
de Valencia)
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Valencia
aún está en deuda con Blasco
María Consuelo Reyna: ¿Cómo, cuándo y por qué decide ser el gran estudioso de
Blasco Ibáñez?
José Luis León Roca: Cuando, el 29 de octubre de 1933, trasladaron los restos de
Blasco a Valencia, me acerqué al puerto a esperarlo. Creí que el recibimiento
sería normal, discreto, pero me encontré con que media Valencia estaba en la
calle. Se bajó el féretro del barco, se puso en marcha el cortejo siendo
llevado el ataúd, el primer tramo, por los pescadores valencianos y después,
cada 25 metros, había relevos. La multitud se puso en marcha y fue algo
extraordinario. Jamás había visto yo tantísima gente con tanto silencio y tanta
emoción. A medida que avanzaba el duelo, la gente iba afluyendo y yo estaba
totalmente asombrado por el gentío que afluía y se sumaba. Entonces fue cuando
empecé a preguntarme quién era este hombre para suscitar tales muestras de
respeto y afecto. Era un literato, desde luego, pero era algo más porque la
devoción del pueblo no se manifiesta porque un señor haya escrito una buena
novela. Ni veinte. La inquietud mía era descubrir el porqué de la devoción por
Blasco. Y por ahí comencé el estudio.
J.L. León Roca durante la entrevista
(Foto: Marcelo Ullúa, Diario
de Valencia)
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M.C.R.: ¿Qué fue lo
primero que le llamó la atención?
J.L.L.R.: Vi que,
antes que novelista, antes que nada, era un excelente periodista, un magnífico
observador.
M.C.R.: ¿Y descubrió
el porqué de la devoción del pueblo por Blasco? ¿Por novelista? ¿Por periodista?
¿Por político?
J.L.L.R.: Por
hombre. La gente quería más que nada al Blasco hombre, a una personalidad
extraordinaria.
M.C.R.: También hubo
mucho odio hacia él.
J.L.L.R.: Pero
jamás por parte del pueblo. Políticos e intelectuales, sí. Tuvieron hacia él
todo el odio que usted quiera, pero el pueblo lo adoraba y lo que más lamentó
fue la ausencia de Blasco de Valencia. Se sentían solos, abandonados.
M.C.R.: ¿Cuál fue la
razón real de su marcha de Valencia?
J.L.L.R.: Por
culpa de la política, con la que termina en el año 1903 o 1904. Estaba cansado
de que le metiesen en la cárcel una y otra vez sin ninguna razón, tan sólo por
rivalidad política.
M.C.R.: ¿Tanto miedo
tenían sus adversarios a la influencia política de Blasco que no paraban de
meterlo en la cárcel?
J.L.L.R.: Yo creo
que no era miedo sino odio. Blasco jamás se dejó engañar, ni abatir. Proclamó
lo que él quería con toda la fuerza y energía y lo hizo desde muy joven, cuando
era aún director de La Bandera Federal.
Y no se lo perdonaron.
M.C.R.: ¿Cuál era el
mayor enemigo de Blasco?
J.L.L.R.: La
Iglesia.
M.C.R.: Ir contra el
poder de la Iglesia...
J.L.L.R.: No.
Blasco Luchaba contra la manifestación de lujo asiático que hacía la Iglesia de
su tiempo. La Iglesia para él era humildad, quería que la gente fuese
comprensiva, bondadosa, buena y se encontró con una Iglesia que, por primera
vez, no recibía a los obreros. Y lo denunció muy duramente en un artículo en el
que decía que a él lo encontrarían siempre y a un obispo no lo encontrarían
jamás.
M.C.R.: ¿Y era
cierto?
J.L.L.R.:
Totalmente. Atendía a todos los que iban a verle. Si podía les daba dinero y,
de no ser así, les facilitaba recomendaciones para encontrar trabajo.
M.C.R.: ¿Era ya un
hombre rico?
J.L.L.R.: No.
Sólo lo fue al final de su vida. Para darse cuenta cómo era Blasco, en lo que
al dinero se refiere, hay que recordar que vendió los derechos para traducir al
inglés "Los cuatro jinetes del Apocalipsis"
por 600 dólares, ¡y creía que había hecho un gran negocio! Pasó el tiempo, la
novela tuvo un éxito enorme en Estados Unidos y su editor, no sé si por
remordimiento de conciencia, le dio 20.000 dólares, sin que Blasco exigiera
nada, al alcanzar los 250.000 ejemplares vendidos. Al final, la novela llegó al
millón de ejemplares. Y, sinceramente, yo no veo en "Los cuatro jinetes" nada que pudiera atraer a los americanos.
Pienso que creyeron, por el título, que era una evocación de la Apocalipsis de
San Juan.
M.C.R.: Está usted
hablando del éxito arrollador de Blasco ¿por qué jamás ha sido reconocido por
los críticos?
J.L.L.R.:
Envidia. Le tratan de grosero, de mal gusto, de que no sabía escribir...
Bien... Esto mismo se le dijo a Balzac que era grosero, que se enamoraba de la
primera que pasaba.
M.C.R.: Igual que
Blasco...
J.L.L.R.: Sí,
pero en Francia se admite y aquí no. ¿Que Blasco tenía sus defectos? Yo soy el
primero que lo reconozco, pero también hay que reconocer lo mucho de bueno que
tiene, el gran novelista que fue.
M.C.R.: Lo triste es
que sea precisamente en Valencia donde ciertos sectores ¿intelectuales? parece
que le tienen mayor inquina que en ninguna otra parte...
J.L.L.R.: Yo
estuve hablando con Bas Carbonell y con Oleza y dijeron "Blasco no llega
al canon".
M.C.R.: Me deja usted
asombrada.
J.L.L.R.: Así me
quedé yo también. ¿Cómo no va a llegar al canon un hombre reconocido en todo el
mundo? ¿Qué más quieren? ¿Qué escriba la Biblia? Pero, a estas alturas, ya he
dejado algunas cosas por imposibles.
M.C.R.: Pero, ¿por
qué esa actitud?
J.L.L.R.: Pura
cuestión de envidia de gente que jamás podrá llegar a escribir como Blasco, ni
a alcanzar su gloria internacional. Bien claro lo dijo el otro día Fernando
Millán. Blasco también es rechazado por ciertos sectores de la crítica y la
literaria por algo que todos sabemos: porque decidió escribir en castellano y
entonces es un autor que no les interesa.
M.C.R.: También
escribió en castellano Miguel Hernández...
J.L.L.R.: Pero
tenía otras connotaciones de izquierdas y Blasco, al fin y al cabo, muere muy
aburguesado. Yo he visto muchas cosas absurdas que se han escrito sobre Blasco.
Los mismos que consideran una gran novelista a Virginia Woolf y desprecian a
Blasco Ibáñez que, con una sola novela suya, con una sola página de su obra,
podría haber entrado en la Academia como quería Armando Palacio Valdés que era
un gran blasquista.
M.C.R.: Nunca entró.
J.L.L.R.: No.
Blasco relevó a Palacio Valdés de su compromiso de proponerlo porque, tras lo
que había escrito contra Alfonso XIII era muy conflictivo. Y los acólitos de
Alfonso XII hasta intentaron montarle una encerrona.
León Roca en enero del 1999 (Foto: Manuel Llorent, Las
Provincias)
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M.C.R.: ¿Le queda
algo por estudiar de Blasco Ibáñez?
J.L.L.R.:
Estudiar... ¡Yo ya estoy cansado de estudiar!
M.C.R.: ¿Cuántos años
le ha dedicado? ¿Cincuenta?
J.L.L.R.: Más,
más: sesenta... Toda una vida.
M.C.R.: ¿Le ha
compensado?
J.L.L.R.: No.
M.C.R: ¿Y eso?
J.L.L.R: He sido,
¿cómo le diría yo?, absorbido por la personalidad de Blasco. Dejé de lado mis
pinitos como novelista para dedicarme a bucear en la vida de Blasco.
M.C.R.: Antes me
hablaba usted de los defectos ¿cuál considera que es la obra cumbre de Blasco y
cuál no debería haber escrito jamás?
J.L.L.R: Blasco
Ibáñez cometió el error de querer cambiar de táctica en las novelas. Fue solo
durante un año. Lo hizo a raíz de la publicación de "La Voluntad" de
Azorín en la que Yuste va criticando todo. Blasco quiso hacer lo mismo con
"La Catedral".
M.C.R.: ¿Y cree que
lo estropeó?
J.L.L.R: No, no
lo estropeó porque Blasco tenía más personalidad que Azorín y trató de ser el
anarquista de "La Catedral", Gabriel Luna. Lo describe todo muy
bien, cuenta su vida en una época de bárbara represión, habla de todo lo que se
puede hablar con el profesor de música... "La Catedral", en realidad,
es la conciencia de Blasco por eso ha trascendido al público, aunque no a los
críticos, y ha hecho el milagro que sea la novela que más se ha vendido en
Prometeo.
M.C.R: ¿Pero qué
juicio le merece "La catedral" que no me lo ha dicho?
J.L.L.R.: Es la
más débil aunque inicia un periodo que a mí me gusta, más social, que continuará
con "El intruso".
M.C.R.: ¿Y la que
prefiere?
J.L.L.R.:
"Cañas y barro".
M.C.R.: ¿Qué novela
define mejor la personalidad de Blasco?
J.L.L.R.:
"La barraca". Hay que estudiarla con sentimiento y con profundidad.
Blasco es Batiste y toda la fuerza y energía que tiene Batiste es la misma que
él tiene. Un hombre capaz de aguantar todo, de resistir cualquier envite, un
hombre capaz de sacrificarse por el progreso frente al fanático y reaccionario
Pimentó que no le ataca nunca de cara, sino siempre por detrás. Blasco vivió lo
mismo que Batiste. Sufrió en política la guerra continua, le hicieron la vida
imposible, como a Batiste, para que se fuera de Valencia.
M.C.R.: ¿Qué novela
le generó más problemas?
J.L.L.R.:
"Los cuatro jinetes del Apocalipsis". Los alemanes no le perdonaron
lo que decía del nazismo y le persiguieron durante mucho tiempo intentando, en
Argentina, hacerle la vida imposible en el terreno económico con toda suerte de
jugadas oscuras.
La biografía
de V. Blasco Ibáñez de J.L. León Roca publicada por el Ayuntamiento de Valencia,1997 |
M.C.R.: ¿Cómo
definiría usted a Blasco?
J.L.L.R.: Como
una bola de nieve que siempre crece y crece y crece. Por eso me captó y empecé
a estudiarlo.
M.C.R.: Para que la
gente se haga una idea, ¿a qué político se le podría comprar?
J.L.L.R.:
¿Actualmente? A nadie. Políticamente era muy superior a todos, conectaba con la
masa como nadie.
M.C.R.: ¿Era cierto
eso de que "en Valencia no se movía una hoja sin su permiso"?
J.L.L.R.: Eso se
lo dijeron en el Consejo de Guerra.
M.C.R.: ¿Y era
cierto?
J.L.L.R.:
Tampoco.
M.C.R.: Pero era
capaz de montar un motín cuando se le ocurría...
J.L.L.R.: Eso sí.
Hubo en Valencia una concentración de peregrinos para ir a Roma y él se encargó
de que esos peregrinos tuviesen su ración de piedras y palos.
M.C.R.: Un poco
fuerte ¿no?
J.L.L.R.: Es que
él decía que todos aquellos peregrinos se estaban dedicando a ensuciar Valencia
y que era intolerable.
M.C.R.: Blasco parece
que contribuyó mucho a dar impulso al crecimiento de Valencia.
J.L.L.R.: Así es.
Amaba a Valencia y quería levantarla. Fue el impulsor de infinidad de reformas
y proyectos. Gracias a él se limpió el barrio de pescadores, se hizo el mercado
de hierro y cristal, se hicieron puentes más amplios, se construyeron colegios
más soleados y su última propuesta fue "vamos a hacer la gran avenida que
vaya desde los Viveros hasta el Mar". Pero un buen día se le ocurrió reunir
a todas las fuerzas vivas de Valencia para hacerles partícipes de sus ideas y
darle impulso a Valencia. Pero se enfadó con ellos.
M.C.R.: ¿Qué pasó?
J.L.L.R.:
Presentó un programa pero le dijeron "tenga en cuenta, amigo Blasco, que
esto sólo se puede hacer bajo un impulso, el de la Virgen de los
Desamparados". Y Blasco dobló la carpeta y se fue. Evidentemente, no
estaba de acuerdo.
M.C.R: Una de las
cosas, inexplicables es por qué Blasco, con todo su amor por Valencia, nunca
quiso volver.
J.L.L.R.: Esa es
la pregunta que yo me he hecho muchas veces. Está enquistado ya con la política
alta, Maura le odia hasta el punto de que lo hubiera matado. Y Blasco decide
marcharse de España. Hubo un intento cuando publicó "La voluntad de
vivir" que relataba los amores con doña Elena, se presenta a las elecciones,
sale diputado otra vez. Pero como en él todo se mezclaba, aquella misma noche,
recibe un telegrama de Alicante de la dama en cuestión y le pide que vaya a
verla. Y va. Se reconcilian y Blasco, tan caballeroso, destruye toda la edición
de la novela en la que relataba sus amores. Durante muchas noches quemaron
ejemplares frente al chale de la Malvarrosa. Aquel fue su último intento de volver
a Valencia.
M.C.R.: ¿Cree que
Valencia está en deuda con Blasco?
J.L.L.R.: Yo
diría que sí.
M.C.R.: ¿Cuál sería
el gran homenaje que se le podría hacer?
J.L.L.R.: Yo me
inclinaría por la intelectualidad. Me gustaría que doblasen y reconociesen su
valía y dejasen ya de decir cosas como que no da la talla, no da el canon o que
fue simplemente un escritor para las masas.
M.C.R.: ¿Y qué tiene
de malo ser un escritor de masas?
J.L.L.R.: Pues
nada. Todos escriben con el deseo de llegar a las masas, no para una minoría de
intelectuales. Lo que pasa es que casi nadie consigue la proyección internacional
que logró Blasco Ibáñez con sus novelas. Y eso no se perdona.
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