Si entre los eventos del año 2016 se incluyese la conmemoración
del primer centenario de la publicación de Los cuatro jinetes del Apocalipsis,
la novela que trajo a Blasco Ibáñez el gran éxito de cual no gozaba ningún otro español de su época, o
si se celebrase el centenario del estreno de Sangre y arena, su primer proyecto cinematográfico que le abrió las puertas de la fama, primero en París y luego en Hollywood, entonces se debería recordar también el comienzo de aquel año 1916.
En los primeros días de enero, Blasco, con casi 49 años de edad, vivía en París, en un modesto piso recién alquilado de la Rue Rennequin número 4, en las cercanías del Arco de Triunfo.
En los primeros días de enero, Blasco, con casi 49 años de edad, vivía en París, en un modesto piso recién alquilado de la Rue Rennequin número 4, en las cercanías del Arco de Triunfo.
La guerra era otro objeto de conversación durante las tardes... Una calma resignada y serena había sucedido a la excitación del primer momento, cuando las gentes esperaban intervenciones extraordinarias y maravillosas. Los que no estaban en la guerra habían vuelto poco a poco a sus trabajos habituales. La existencia recobraba su ritmo ordinario. «Hay que vivir», decían las gentes. Y la necesidad de continuar la vida llenaba el pensamiento con sus exigencias inmediatas. Los que tenían individuos armados en el ejército se acordaban de ellos, pero sus ocupaciones amortiguaban la violencia del recuerdo, acabando por aceptar la ausencia como algo que de extraordinario pasaba a ser normal. Ahora se abrían lentamente los teatros, circulaba el dinero, reían las gentes, hablaban de la gran calamidad, pero sólo a determinadas horas, como algo que iba a ser largo, muy largo, y exigía con su fatalismo inevitable una gran resignación.
(Los cuatro jinetes del Apocalipsis)
Blasco pasaba por una complicada situación económica que
a pesar de todos sus intentos y sacrificios, no mejoraba. Decepcionado
con la política española después de su última visita en verano, decide quedarse
en París y dedicar gran parte de su actividad a la Casa editorial Prometeo. Blasco,
como muchos otros artistas, escritores y
periodistas de su época, se había propuesto ver la guerra de cerca
y sabía que el conflicto bélico podía ser aprovechado para encontrar nuevas
oportunidades.
Historia de la guerra europea de 1914 de
V. Blasco Ibañez
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Al comenzar el año 1916, el escritor continuaba con la Historia de la guerra europea iniciada a finales del 1914. La obra, redactada inicialmente solo por Blasco Ibáñez, editada en fascículos ilustrados en la Editorial Prometeo, se entregaba los sábados. Luego, recopilada en grandes tomos, era publicaba por la misma Casa.
Así, a finales de 1915, se editaba el segundo tomo encuadernado. Su
autor trabajaba intensamente sin cobrar nada y gastando en el
material gráfico para la obra (fotografías,
ilustraciones, revistas, periódicos y libros) con la esperanza de lograr
un gran éxito y obtener considerables beneficios económicos; pero no fue así.
En enero de 1916, entiende que la demanda había bajado y decide ajustar la tirada. Habían aparecido otros proyectos similares como La Histoire Illustrée de la guerre de Gabriel Hanotaux, cuyo primer volumen de seis se publicó en 1915, traducido y editado por la Sociedad General Española de Librería.
Más tarde, después del tercer volumen, Blasco Ibáñez
renunciaría a este gran sueño, dejando la redacción de los siguientes seis
volúmenes de su Historia a cargo de Emilio Gascó Contell, un joven escritor
valenciano y a su principal colaborador.
En 1915, la Editorial Prometeo había iniciado la publicación de la revista semanal 30 años de espionaje y también publica los primeros volúmenes de El libro de las mil noches y una noche - Versión española de Vicente Blasco Ibáñez; la obra fue continuada el año siguiente, y cada volumen tenia su original cubierta ilustrada por Francisco Povo, bajo las indicaciones de Blasco.
En 1915, la Editorial Prometeo había iniciado la publicación de la revista semanal 30 años de espionaje y también publica los primeros volúmenes de El libro de las mil noches y una noche - Versión española de Vicente Blasco Ibáñez; la obra fue continuada el año siguiente, y cada volumen tenia su original cubierta ilustrada por Francisco Povo, bajo las indicaciones de Blasco.
La sede de la Editorial Prometeo, Germanías 33 - Valencia
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Como editor y director literario de Prometeo, Blasco se
consideraba el principal responsable de la reputación y la imagen de su
editorial valenciana.
Además, continuando con la idea de poner al alcance de las clases populares la mejor literatura del mundo, siempre buscaba la forma de publicar mucho, barato y de calidad.
Desde París, el escritor intentaba coordinar el buen funcionamiento de la empresa manteniendo un permanente contacto con sus socios, Francisco Sempere y Fernando Llorca- su yerno, a través de las cartas. En ellas, además de comentarios relacionados con los negocios, Blasco Ibáñez expresaba libremente sus emociones y preocupaciones, sus proyectos e ilusiones, pero parece que no siempre encontraba comprensión ni lograba obtener el apoyo necesario por parte de sus socios.
Aunque la Editorial había empezado a funcionar desde junio del 1914 y a pesar de las insistencias de Blasco, a principios de 1916 no existía ningún documento, ni público ni privado, que acreditase la existencia de la sociedad, lo que generaba cierta tensión y algunos conflictos relacionados con la administración.
El comienzo del 1916 encuentra a Blasco Ibáñez solo, cansado, con problemas de salud y anímicamente alterado por su precaria situación financiera, difícil de solucionar en un país en plena guerra. Lo que a primera vista parecían grandes negocios, se esfumaban rápidamente o no daban el resultado esperado. Con sus ingresos debía mantenerse él mismo y a su familia de Valencia. Las deudas adquiridas anteriormente, le generaban angustia y preocupación. En enero de 1914, su esposa María y Sempere, habían contratado un préstamo hipotecario sobre la casa de la Malvarrosa. Luego, en verano, la Editorial Prometeo, al iniciar su actividad, había recibido un préstamo considerable por parte de Elena Ortúzar, la mujer que una década más tarde, será la segunda esposa del escritor. Blasco tenía la confianza de que si sus socios de la Editorial no pagasen este último préstamo, el asunto podría solucionarse con dinero de los negocios editoriales de Argentina, pero estos tampoco cumplieron.
Además, continuando con la idea de poner al alcance de las clases populares la mejor literatura del mundo, siempre buscaba la forma de publicar mucho, barato y de calidad.
Desde París, el escritor intentaba coordinar el buen funcionamiento de la empresa manteniendo un permanente contacto con sus socios, Francisco Sempere y Fernando Llorca- su yerno, a través de las cartas. En ellas, además de comentarios relacionados con los negocios, Blasco Ibáñez expresaba libremente sus emociones y preocupaciones, sus proyectos e ilusiones, pero parece que no siempre encontraba comprensión ni lograba obtener el apoyo necesario por parte de sus socios.
Aunque la Editorial había empezado a funcionar desde junio del 1914 y a pesar de las insistencias de Blasco, a principios de 1916 no existía ningún documento, ni público ni privado, que acreditase la existencia de la sociedad, lo que generaba cierta tensión y algunos conflictos relacionados con la administración.
El comienzo del 1916 encuentra a Blasco Ibáñez solo, cansado, con problemas de salud y anímicamente alterado por su precaria situación financiera, difícil de solucionar en un país en plena guerra. Lo que a primera vista parecían grandes negocios, se esfumaban rápidamente o no daban el resultado esperado. Con sus ingresos debía mantenerse él mismo y a su familia de Valencia. Las deudas adquiridas anteriormente, le generaban angustia y preocupación. En enero de 1914, su esposa María y Sempere, habían contratado un préstamo hipotecario sobre la casa de la Malvarrosa. Luego, en verano, la Editorial Prometeo, al iniciar su actividad, había recibido un préstamo considerable por parte de Elena Ortúzar, la mujer que una década más tarde, será la segunda esposa del escritor. Blasco tenía la confianza de que si sus socios de la Editorial no pagasen este último préstamo, el asunto podría solucionarse con dinero de los negocios editoriales de Argentina, pero estos tampoco cumplieron.
En las cartas que enviaba a sus socios en octubre del 1915, comentaba constantemente su angustiosa situación, solicitando dinero para vivir, pero sin resultado:
Lo que me aterra es
verme sin un céntimo porque tendré que volverme a Valencia y ahí me moriré
antes de un par de años. Estoy seguro.
¡Si la casa me pudiera enviar algo al mes para vivir aquí! ¡Pido tan poco!
Estoy muy cansado de luchar. No puedo seguir así.
Nota manuscrita de V. Blasco Ibáñez |
¡Si la casa me pudiera enviar algo al mes para vivir aquí! ¡Pido tan poco!
Estoy muy cansado de luchar. No puedo seguir así.
Uds. viven seguramente
mejor que yo, pues yo hasta economizo en la comida, y algunas noches al
acostarme siento hambre ¡Y siempre trabajando!
Su mala situación económica le impulsaba a buscar soluciones, y con el ingenio que siempre lo caracterizo, piensa intentar nuevos proyectos. A pocos días, comunicaba a sus socios que preferia renunciar a escribir más para los periódicos y dedicar la semana entera a la Casa editorial; continuaría con la Historia y además les propone dos nuevos proyectos:
- escribir una gran
novela popular, una especie de novela histórica, interminable, todo lo larga
que se quiera, sobre la guerra actual en un folletín semanal que gustaría mucho
a la muchedumbre y en el que amparado en el anónimo soltaría toda mi fantasía.
- Hacer novelas
serias, novelas artísticas firmadas por mí, como Los cuatro jinetes del Apocalipsis
y otras.
Luego, en las siguientes cartas, escribía:
Los cuatro jinetes del Apocalipsis, publicada en
1916
|
Tengo la fiebre del que cree haber descubierto una gran cosa.
Podré escribir las tres novelas que tengo pensadas y preparadas sobre la guerra, novelas serias y artísticas:
Los cuatro jinetes del Apocalipsis, Venus María y Mare Nostrum
Estoy con más ganas de trabajar y con más fuerza que nunca.
La guerra va a ser, según parece, más larga de lo que yo mismo me imaginaba. Además después de que termine la guerra, ésta será objeto de conversación durante muchos años, y no pasará la oportunidad de publicar novelas sobre ella.
A finales de noviembre, Blasco Ibáñez les comunicaba:
Voy a ponerme a escribir una novela, Los cuatro jinetes del Apocalipsis para sacar algo con qué vivir.
Así, presionando por una angustiosa situación de precariedad, y estimulado por su impulso creativo, Blasco se impone un intenso ritmo de trabajo, y entre finales de noviembre del 1915 y febrero del 1916, escribe Los
cuatro jinetes del Apocalipsis, la novela que luego se convertiría en el éxito nunca sospechado por su autor que le abriría el
camino hacia la gloria y a la fama internacional.
La actuación del escritor en aquellos dificiles momentos de
su vida parece obedecer a las leyes
enunciadas por Maltrana en Los Argonautas, las que impulsan a los personajes de
novela:
“El arte literario sólo había dispuesto, según Maltrana, de cuatro resortes para mover sus criaturas: el amor, el odio, el hambre y el miedo”.Apenas iniciado el año 1916, el 3 de enero, Blasco volvía a escribirles a sus socios de Prometeo una carta llena de indignación y angustia, reclamando nuevamente los ingresos que le correspondían por sus novelas:
Las novelas…son hoy mi único medio de vida.¿Escribir?....Conforme. Es mi destino. Pero quiero cobrar mis libros como el último pelado. Ya hace años que no veo nada. Jamás he visto una cuenta de mis novelas.
Les advierto que si yo me he puesto a escribir otra vez novelas es porque necesito dinero, porque estoy muerto de hambre.Y estoy algo viejo y me va pesando el trabajar más que antes.Como me importa tres puñetas la gloria, de aquí que, si las novelas no me han de dar dinero, no escribiré más.Aún estoy en la mitad de Los 4 jinetes. Crean que me daría gusto parar. Viviré como pueda, pero me pasearé y tendré mejor salud.
Parece que ni esta carta ni las que siguieron luego, encontraron una rápida solución a los desacuerdos administrativos que generaban
la tensión entre el escritor y sus socios. Aún así, en condiciones precarias, bastante fatigado y con
problemas de salud por su diabetes, Blasco continuaba trabajando
intensamente en su novela.
Más tarde, en el prólogo a la reedición de Los cuatro
jinetes del Apocalipsis del año 1923, recordaba aquellos meses en París:
Esta novela la escribí
en París cuando los alemanes estaban a unas docenas de kilómetros de la
capital, y bastaba tomar un automóvil de alquiler en la plaza de la Ópera para
hallarse en menos de una hora a pocos metros de sus trincheras, oyendo sus
conversaciones a través del suelo siempre que cesaba el traquetear de fusiles y
ametralladoras, restableciéndose el silencio sobre los desolados campos de
muerte.
La falta de medios de comunicación dentro de París y la escasez de
dinero que trajo para muchos la guerra, me obligaron a abandonar la elegante
casita con jardín que ocupaba en las inmediaciones del Bosque de Bolonia,
instalándome en un barrio vulgarísimo del centro, en una casa de numerosos
habitantes, cuyas paredes y tabiques dejaban pasar los sonidos como si fuesen
de cartón.
La guerra parecía atraernos y aglomerarnos a los habitantes de la ciudad. Nuestra vida tenía algo de campamento. Los niños jugaban en la calle lo mismo que en un villorrio: toda clase de ruidos e incomodidades eran tolerados. ¡Quién iba a quejarse, como en los tiempos normales, cuando la única preocupación era saber si el enemigo había avanzado o retrocedido, y al cerrar la noche todos mirábamos inquietos la negrura del cielo cortada por las mangas luminosas de los reflectores, preguntándonos si dormiríamos en paz o si las escuadrillas aéreas, con sus proyectiles, vendrían a interrumpir nuestro sueño!...
En los diversos pisos de mi casa existían cuatro pianos, y todos ellos sonaban desde las primeras horas de la mañana hasta después de medianoche. Las vecinas distraían su aburrimiento o su inquietud con un pianoteo torpe y monótono, pensando en el marido, en el padre o en el novio que estaban en el frente. Además, había que preocuparse del carbón, que era puro barro y no calentaba; del pan de guerra, nocivo para el estómago; de la mala calidad de los víveres, de todas las penalidades de una vida triste, mezquina y sin gloria a espaldas de un ejército que se bate.
Nunca
trabajé en peores condiciones. Tuve las manos y el rostro grietados por el
frío; usé zapatos y calcetines de combatiente, para sufrir menos los rigores
del invierno.
Así escribí Los cuatro jinetes del Apocalipsis. Reconozco que hoy no podría terminar una novela en aquella menguada habitación, con tres pianos sobre la cabeza, otro piano bajo los pies, y una ventana al lado dando sobre una calle maloliente, por la carencia de limpieza pública, donde jugaban a gritos docenas de chiquillos faltos de padres, pues éstos sólo de tarde en tarde podían alcanzar un permiso para volver del frente. Además, transitaban por ella sin descanso cantores populares y toda clase de estrépitos, excepcionalmente tolerados.
Pero el ambiente heroico de la guerra influía en nosotros, y durante cuatro años vivimos todos en París de un modo que nos asombra ahora al recordarlo.
La novela imaginada y escrita en un piso de la rue Rennequin ha dado después la vuelta a la Tierra, siendo traducida a los idiomas de todos los pueblos civilizados y obteniendo en algunos de éstos -los más importantes y poderosos- un éxito que nunca llegué a sospechar.
El 23 de enero de 1916, el periódico Heraldo de Madrid, en un artículo acompañado por el retrato del escritor, anunciaba la próxima publicación en su folletín de la nueva novela:
La guerra parecía atraernos y aglomerarnos a los habitantes de la ciudad. Nuestra vida tenía algo de campamento. Los niños jugaban en la calle lo mismo que en un villorrio: toda clase de ruidos e incomodidades eran tolerados. ¡Quién iba a quejarse, como en los tiempos normales, cuando la única preocupación era saber si el enemigo había avanzado o retrocedido, y al cerrar la noche todos mirábamos inquietos la negrura del cielo cortada por las mangas luminosas de los reflectores, preguntándonos si dormiríamos en paz o si las escuadrillas aéreas, con sus proyectiles, vendrían a interrumpir nuestro sueño!...
París, 1916, La Avenida de la Ópera. |
29 de enero 1916 - Un Zeppelin alemán había bombardeado París
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Niños jugando a la guerra en Montmartre, Paris, 1916
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En los diversos pisos de mi casa existían cuatro pianos, y todos ellos sonaban desde las primeras horas de la mañana hasta después de medianoche. Las vecinas distraían su aburrimiento o su inquietud con un pianoteo torpe y monótono, pensando en el marido, en el padre o en el novio que estaban en el frente. Además, había que preocuparse del carbón, que era puro barro y no calentaba; del pan de guerra, nocivo para el estómago; de la mala calidad de los víveres, de todas las penalidades de una vida triste, mezquina y sin gloria a espaldas de un ejército que se bate.
Distribución de carbón en un distrito de París (1916) |
La carestía y el racionamiento en París, 1916 |
Así escribí Los cuatro jinetes del Apocalipsis. Reconozco que hoy no podría terminar una novela en aquella menguada habitación, con tres pianos sobre la cabeza, otro piano bajo los pies, y una ventana al lado dando sobre una calle maloliente, por la carencia de limpieza pública, donde jugaban a gritos docenas de chiquillos faltos de padres, pues éstos sólo de tarde en tarde podían alcanzar un permiso para volver del frente. Además, transitaban por ella sin descanso cantores populares y toda clase de estrépitos, excepcionalmente tolerados.
Pero el ambiente heroico de la guerra influía en nosotros, y durante cuatro años vivimos todos en París de un modo que nos asombra ahora al recordarlo.
La novela imaginada y escrita en un piso de la rue Rennequin ha dado después la vuelta a la Tierra, siendo traducida a los idiomas de todos los pueblos civilizados y obteniendo en algunos de éstos -los más importantes y poderosos- un éxito que nunca llegué a sospechar.
Los cuatro jinetes del Apocalipsis
Alberto Durero, 1498
|
El 24 de enero, Blasco enviaba para la Editorial Prometeo el final
de la primera parte de Los cuatro jinetes del Apocalipsis y cuatro días más
tarde, los dos primeros capítulos de la segunda.
Al mismo tiempo daba instrucciones a sus socios sobre la
forma de editar el libro, el tipo y la cantidad de papel, el tiraje de la publicación; recomendaba para
esta primera edición doce mil ejemplares.
Además, elige un grabado de Alberto Durero que representa
los cuatro jinetes, y en enero, envía la fotografía para que le sirva de guía a Llorca en la confección de la cubierta ;
como ilustrador prefiere al valenciano Francisco Povo.
Durante este primer mes del año, Blasco Ibáñez planea
y coordina la publicación del futuro libro. Según le escribe a Sempere, la novela estaría
terminada a finales de febrero para que
el libro pueda salir el 1 de abril. Además, comunica a sus socios que en marzo, la novela empezaría a publicarse en el folletín de El Heraldo de Madrid, y les indica que el volumen deberá estar preparado para ser lanzado cuando esté a mitad de aparición en el periódico.
V. Blasco Ibáñez Heraldo de Madrid, 23 de enero 1916 |
El 23 de enero de 1916, el periódico Heraldo de Madrid, en un artículo acompañado por el retrato del escritor, anunciaba la próxima publicación en su folletín de la nueva novela:
El Heraldo de Madrid,
ha acudido al insigne Blasco Ibáñez, que vive en París y asiste a la guerra
entre soldados ingleses y franceses, saturando su sensibilidad y su espíritu de
las terribles realidades de la tragedia europea, para rogarle que nos conceda
el honor de que anticipemos en nuestro folletín el libro que prepara el
novelista ilustre sobre la catástrofe de que está siendo testigo presencial.
Blasco Ibáñez ha deferido al ruego del Heraldo, y sus lectores serán los primeros que conozcan la última producción del escritor insigne, que empezaremos a publicar en el marzo próximo.
Blasco Ibáñez ha deferido al ruego del Heraldo, y sus lectores serán los primeros que conozcan la última producción del escritor insigne, que empezaremos a publicar en el marzo próximo.
La nueva obra de
Blasco Ibáñez se titulará “Los cuatro jinetes del Apocalipsis.
La acción se
desarrolla en París y en el frente y tiene por fondo la guerra.
El simbolismo del título es transparente. En el Apocalipsis, antes de que aparezca la Bestia, se van rompiendo los sellos del libro del Misterio, y de cada uno de los cuatro primeros salta un jinete. Uno monta un caballo blanco: es la Peste. Otro, un caballo rojo: es la Guerra. Otro, un caballo negro: es el Hambre. Otro, un caballo pálido: es la Muerte. Y los cuatro jinetes señores el mundo, emprenden una carrera loca, atropellando a la pobre Humanidad.
Luego, el 15 de marzo de 1916, se publicaba la primera entrega.
Cabe suponer que el interés de Blasco Ibáñez por el séptimo arte se debía a su entusiasmo instintivo hacia los adelantos modernos y su gran curiosidad por las ideas avanzadas. Además, la personalidad soñadora del escritor y su inmensa imaginación le inducen a considerar que la cinematografía le abrirá un amplio e inédito campo, donde pueda realizar sus ilusiones, y no se equivocaba.
También se debe tener en cuenta su difícil situación económica que probablemente le impulsó a explorar la nueva industria del cine buscando oportunidades de ingresos rápidos y seguros.
Tal fue la fascinación del escritor por la nueva industria, que en el verano del 1916 decidió fundar su propia productora, Prometeo Films y junto al cineasta Max André, da el paso de convertirse en productor, guionista y director. Con pocos recursos económicos, lograron rodar en España la adaptación cinematográfica de la novela Sangre y arena, que Blasco había publicado en 1908.
La presentación oficial del nuevo film se hizo en París, el 11 de noviembre de 1916.
El simbolismo del título es transparente. En el Apocalipsis, antes de que aparezca la Bestia, se van rompiendo los sellos del libro del Misterio, y de cada uno de los cuatro primeros salta un jinete. Uno monta un caballo blanco: es la Peste. Otro, un caballo rojo: es la Guerra. Otro, un caballo negro: es el Hambre. Otro, un caballo pálido: es la Muerte. Y los cuatro jinetes señores el mundo, emprenden una carrera loca, atropellando a la pobre Humanidad.
Luego, el 15 de marzo de 1916, se publicaba la primera entrega.
Sangre y arena, 1911,
Zarzuela de G. Jover y E.G.del
Castillo
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Cuando comenzaba el 1916, Blasco no incluía entre sus planes inmediatos ningún proyecto concreto relacionado con en el mundo del cine, pero por circunstancias inesperadas, en aquel año logró llevar a la pantalla su novela Sangre y arena.
Probablemente la idea de implicarse en esta
nueva aventura venia de algunos meses antes; en diciembre de 1915,
pedía a sus socios que se le envíe de Valencia un ejemplar del libro y la zarzuela hecha por
Castillo.
Sangre y arena, 1916,
Cubierta del folleto de mano para la película
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Cabe suponer que el interés de Blasco Ibáñez por el séptimo arte se debía a su entusiasmo instintivo hacia los adelantos modernos y su gran curiosidad por las ideas avanzadas. Además, la personalidad soñadora del escritor y su inmensa imaginación le inducen a considerar que la cinematografía le abrirá un amplio e inédito campo, donde pueda realizar sus ilusiones, y no se equivocaba.
También se debe tener en cuenta su difícil situación económica que probablemente le impulsó a explorar la nueva industria del cine buscando oportunidades de ingresos rápidos y seguros.
Tal fue la fascinación del escritor por la nueva industria, que en el verano del 1916 decidió fundar su propia productora, Prometeo Films y junto al cineasta Max André, da el paso de convertirse en productor, guionista y director. Con pocos recursos económicos, lograron rodar en España la adaptación cinematográfica de la novela Sangre y arena, que Blasco había publicado en 1908.
La presentación oficial del nuevo film se hizo en París, el 11 de noviembre de 1916.
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