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Noviembre de 1897. Valencia durante la riada.
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El sábado, 13 de noviembre de 1897, en Valencia, tras varios días de lluvias intensas y una gran riada, continuaba el temporal y la prensa informaba:
Durante todo el día de
ayer continuó la alarma, porqué el cielo seguía nublado, oscureciéndose
amenazador con frecuencia. La lluvia continuó, arreciando a veces con fuerza y
cesando a intervalos.
Tan copiosamente
llovió, que muchas casas de Valencia y sus arrabales se inundaron, y algunos
sitios de los dañados el miércoles y que ya iban enjugándose, volvieron a
llenarse de agua.
Los lodazales han
aumentado y hay infinidad de trayectos que no están inundados y, sin embargo, es imposible transitar por ellos sin
hundirse en el barro hasta las rodillas.
El temor de que el rió
creciese nuevamente, como se había anunciado desde la parte alta de su curso,;
llevó mucha gente a las orillas del Turía.
El caudal del mismo no
aumentó, y esto tranquilizó algo al público.
Por la noche llovió en
abundancia, pero el río no llegó a engrosar.
En aquellos días, Vicente Blasco Ibáñez, con 30 años de edad, vivía en su ciudad natal, más preciso, en la calle Juan de Austria número 14, encima de la redacción de El Pueblo, periódico que él mismo había fundado en 1894.
El escritor – y además, por ese entonces, agitador político – había llegado recientemente a Valencia, después de un destierro de seis meses en Madrid.
Continuando con la actividad periodística y literaria, publica en el número del 13 de noviembre de su periódico republicano, en la sección Lo del día, el articulo titulado Arriba y abajo, referente a la situación producida por el temporal que azotaba la región levantina. Testigo de la histórica riada, Blasco, con aquel innegable talento descriptivo, expone sus impresiones y reflexiones.
Noviembre de 1897. Valencia, Puente de San José (Foto: A.
García)
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Noviembre de 1897 Valencia, principios de la inundación en la Plaza San francisco (Foto: A. García) |
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Noviembre de 1897. Valencia. El barrio Marchalenes y el camino de Burjasot al principio de las
inundaciones.
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En aquellos días, Vicente Blasco Ibáñez, con 30 años de edad, vivía en su ciudad natal, más preciso, en la calle Juan de Austria número 14, encima de la redacción de El Pueblo, periódico que él mismo había fundado en 1894.
El escritor – y además, por ese entonces, agitador político – había llegado recientemente a Valencia, después de un destierro de seis meses en Madrid.
Continuando con la actividad periodística y literaria, publica en el número del 13 de noviembre de su periódico republicano, en la sección Lo del día, el articulo titulado Arriba y abajo, referente a la situación producida por el temporal que azotaba la región levantina. Testigo de la histórica riada, Blasco, con aquel innegable talento descriptivo, expone sus impresiones y reflexiones.
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Noviembre de 1897. Valencia; el cauce del río Turia |
Bien se ríe el Turia de los que, fiando en su proverbial mansedumbre, le robaron pedazos de sus entrañas e intentaron oprimirle con pretiles y paredones. Causado de oírse llamar manso por los poetas, el río se venga de sus explotadores.
¡Al mar los campos y plantaciones de los que, abusando de la sequedad de su cauce, fueron extendiendo lentamente los límites de sus fincas, haciendo producir cosechas al lecho de las aguas que estas acaban de reconquistar!
¡Abajo los paredones, las vallas, las obras de que los ingenieros se mostraban orgullosos, como si la ciencia pudiera a la larga vencer la fuerza de los elementos!
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Noviembre de 1897. Valencia, el Hospital Militar.
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Noviembre de 1897. En la Alameda. El Cuartel de Infantería de San Juan de la Ribera |
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Noviembre de 1897. Valencia. Puente del Mar
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Noviembre de 1897. Valencia. Puente del Real (Foto: A. García)
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La presión
hidráulica infinita como las matemáticas vence todos los cálculos del sabio.
Ante las aguas que se desbordan sólo hay que pensar como los ingenieros
italianos, que los ríos van por donde deben ir, notabilísima perogrullada
mediante la cual se evitan muchas catástrofes, pues lo lógico es ensanchar y
limpiar los cauces en vez de construir obras de defensa.
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Noviembre de 1897. Valencia. Pont de fusta |
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Noviembre de 1897. Valencia. El puente de la Compañía de tranvías,
destruido por la riada
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Noviembre de 1897. Valencia. Puente de hierro de la Sociedad de Tranvías, destruido por las aguas.
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Noviembre de 1897. Valencia. Campos inmediatos a la vía férrea
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Noviembre de 1897. Valencia. Puente del ferrocarril; el agua subiendo hasta la vía. |
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Noviembre de 1897. Valencia. Destrozos causados en las balsas de sedimentación de las Aguas potables.
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Pasa la inundación junto a los pueblos de la vega, talando
cosechas, derrumbando viviendas, arrebatando seres, destrozando fortunas; flota
sobre el líquido barro los despojos del naufragio de toda una región; corren y
saltan hacía el mar sobre los rojos remolinos de la riada, y cuando llegan a los
límites de tierra firme, donde el suelo fértil se convierte en húmeda arena
coronada de juncos, centenares de seres se lanzan en sus viscosas ondas,
luchando con la corriente, buscando, bregando, exponiendo su vida para arrancar
a la inundación los despojos que arrastra.
Son los pescadores del rio revuelto, los hijos de la miseria que, exponiendo su vida, encuentran medios de subsistencia en la misma desgracia, registrando las entrañas a la avenida para apoderarse de lo que ha robado.
Son los pescadores del rio revuelto, los hijos de la miseria que, exponiendo su vida, encuentran medios de subsistencia en la misma desgracia, registrando las entrañas a la avenida para apoderarse de lo que ha robado.
El saco de harina que arrebataron las aguas de algún molino
de lo más alto de la provincia será mañana pan tierno y caliente en muchas
barracas; el cerdo ahogado estará pronto convertido en embutidos: el vino de
tos llanos de Liria calienta gratuitamente los estómagos de esos extraños
pescadores del cataclismo; los maderos que cabeceaban sobre la avenida se
transformarán en nuevas viviendas; y las sillas, las cómodas, los espejos,
vueltos en si después de una loca carrera de tumbos y choques, no podrán
explicarse cómo han pasado del estudi
del labriego, perfumado por el olor acre del trigo y las frutas, al cuartucho
adornado con redes, por cuyas ventanas entra el soplo salitroso y vivificante
del mar.
Esta es la obra del río. Ladrón sin entrañas, asesino de
familias, verdugo de pueblos enteros, ¿quién sabe si en medio de sus infames
delitos es uno de aquellos bandidos justicieros,
como el Carlos Moore de Schiller, que
robaba a unos para favorecer a otros?
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Noviembre de 1897. Valencia. Ruinas del barrio de Marchalenes
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Causa asombro el contrasto que ofrece este cataclismo. Lo
que arriba entristece abajo sirve para remediar miserias.
Lo mismo ocurre en la vida. Muchas veces del mal nuestro
procede la felicidad del vecino.
BLASCO IBAÑEZ
Los siguentes días volvió el diluvio y, el 18 de noviembre,
el río Júcar vuelve a desbordarse inundando nuevamente varias de las poblaciones que
atravesaba en su recorrido, entre esas Alcira, la pequeña ciudad valenciana que Blasco eligió luego, como escenario de su novela Entre naranjos.
Con una prosa evocadora y descriptiva, el escritor, que
había contemplado de cerca aquel desastre natural con sus desoladoras estampas,
supo reflejarlo fielmente en su libro, publicado en Valencia, en el año 1900.
Además, a través de esta novela, Blasco dio a conocer a nivel
mundial su región natal con todas sus peculiaridades, difundió su cultura, las costumbres
y tradiciones.
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1921. Nueva York: The Torrent 1ª edición;
la versión inglesa de la novela Entre Naranjos de V. Blasco Ibáñez
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Pintura al óleo de Dean Cornwell ; ilustración para The
Torrent (1921)
- la versión inglesa de la novela Entre Naranjos de V. Blasco Ibáñez
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1926. The Torrent - la adaptación cinematográfica de la novela Entre Naranjos de V. Blasco Ibáñez |
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