domingo, 15 de septiembre de 2019

La riada del 1897

Noviembre de 1897. Valencia durante la riada.

El sábado, 13 de noviembre de 1897, en Valencia, tras varios días de lluvias intensas y una gran riada, continuaba el temporal y la prensa informaba:  
Durante todo el día de ayer continuó la alarma, porqué el cielo seguía nublado, oscureciéndose amenazador con frecuencia. La lluvia continuó, arreciando a veces con fuerza y cesando a intervalos.
Tan copiosamente llovió, que muchas casas de Valencia y sus arrabales se inundaron, y algunos sitios de los dañados el miércoles y que ya iban enjugándose, volvieron a llenarse de agua.
Los lodazales han aumentado y hay infinidad de trayectos que no están inundados y,  sin embargo, es imposible transitar por ellos sin hundirse en el barro hasta las rodillas.
El temor de que el rió creciese nuevamente, como se había anunciado desde la parte alta de su curso,; llevó mucha gente a las orillas del Turía.
El caudal del mismo no aumentó, y esto tranquilizó algo al público.
Por la noche llovió en abundancia, pero el río no llegó a engrosar.


Noviembre de 1897. Valencia, Puente de San José (Foto: A. García)
Noviembre de 1897 Valencia, principios de la inundación en la Plaza San francisco (Foto: A. García)

Noviembre de 1897. Valencia. El barrio Marchalenes y el camino de Burjasot al principio de las inundaciones.


En aquellos días, Vicente Blasco Ibáñez, con 30 años de edad, vivía en su ciudad natal, más preciso, en la calle Juan de Austria número 14, encima de la redacción de El Pueblo, periódico que él mismo había fundado en 1894. 
El escritor – y además, por ese entonces, agitador político – había llegado recientemente a Valencia, después de un destierro de seis meses en Madrid.
Continuando con la actividad periodística y literaria, publica en el número del 13 de noviembre de su periódico republicano, en la sección Lo del día, el articulo titulado Arriba y abajo, referente a la situación producida por el temporal que azotaba la región levantina. Testigo de la histórica riada, Blasco, con aquel innegable talento descriptivo, expone sus impresiones y reflexiones.



ARRIBA Y ABAJO

Noviembre de 1897. Valencia; el cauce del río Turia
Extiende el río su sábana de aguas rojas sobre el azul Mediterráneo y la avenida sale tumultuosa de la estrechura del cauce, destrozando y barriendo todas las obras que audazmente se construyeron en tiempos de tranquilidad junto a la angosta garganta de desagüe.
Bien se ríe el Turia de los que, fiando en su proverbial mansedumbre, le robaron pedazos de sus entrañas e intentaron oprimirle con pretiles y paredones. Causado de oírse llamar manso por los poetas, el río se venga de sus explotadores.
¡Al mar los campos y plantaciones de los que, abusando de la sequedad de su cauce, fueron extendiendo lentamente los límites de sus fincas, haciendo producir cosechas al lecho de las aguas que estas acaban de reconquistar!
¡Abajo los paredones, las vallas, las obras de que los ingenieros se mostraban orgullosos, como si la ciencia pudiera a la larga vencer la fuerza de los elementos!

Noviembre de 1897. Valencia, el Hospital Militar.
Noviembre de 1897. En la Alameda. El Cuartel de Infantería de San Juan de la Ribera

Noviembre de 1897. Valencia. Puente del  Mar
Noviembre de 1897. Valencia. Puente del  Real (Foto: A. García)

La presión hidráulica infinita como las matemáticas vence todos los cálculos del sabio. Ante las aguas que se desbordan sólo hay que pensar como los ingenieros italianos, que los ríos van por donde deben ir, notabilísima perogrullada mediante la cual se evitan muchas catástrofes, pues lo lógico es ensanchar y limpiar los cauces en vez de construir obras de defensa.

Noviembre de 1897. Valencia. Pont de fusta

Noviembre de 1897. Valencia. El puente de la Compañía de tranvías, destruido por la riada 
Noviembre de 1897. Valencia. Puente de hierro de la Sociedad de Tranvías, destruido por las aguas.

Noviembre de 1897. Valencia. Campos inmediatos a la vía férrea
Noviembre de 1897. Valencia. Puente del ferrocarril; el agua subiendo hasta la vía.

Noviembre de 1897. Valencia. Destrozos causados en las balsas de sedimentación de las Aguas potables.
Sigue el río su obra de destrucción, arrastrando hacía el mar todo cuanto encuentra; muebles y víveres, bestias y viviendas; y ¡oh contraste de la vida!: lo que allá arriba, en los campos, es destrucción y muerto, abajo, en la playa, es remedio de la miseria.
Pasa la inundación junto a los pueblos de la vega, talando cosechas, derrumbando viviendas, arrebatando seres, destrozando fortunas; flota sobre el líquido barro los despojos del naufragio de toda una región; corren y saltan hacía el mar sobre los rojos remolinos de la riada, y cuando llegan a los límites de tierra firme, donde el suelo fértil se convierte en húmeda arena coronada de juncos, centenares de seres se lanzan en sus viscosas ondas, luchando con la corriente, buscando, bregando, exponiendo su vida para arrancar a la inundación los despojos que arrastra.

Son los pescadores del rio revuelto, los hijos de la miseria que, exponiendo su vida, encuentran medios de subsistencia en la misma desgracia, registrando las entrañas a la avenida para apoderarse de lo que ha robado.
El saco de harina que arrebataron las aguas de algún molino de lo más alto de la provincia será mañana pan tierno y caliente en muchas barracas; el cerdo ahogado estará pronto convertido en embutidos: el vino de tos llanos de Liria calienta gratuitamente los estómagos de esos extraños pescadores del cataclismo; los maderos que cabeceaban sobre la avenida se transformarán en nuevas viviendas; y las sillas, las cómodas, los espejos, vueltos en si después de una loca carrera de tumbos y choques, no podrán explicarse cómo han pasado del estudi del labriego, perfumado por el olor acre del trigo y las frutas, al cuartucho adornado con redes, por cuyas ventanas entra el soplo salitroso y vivificante del mar.

Noviembre de 1897. Valencia. Ruinas del barrio de Marchalenes
Esta es la obra del río. Ladrón sin entrañas, asesino de familias, verdugo de pueblos enteros, ¿quién sabe si en medio de sus infames delitos es uno de aquellos bandidos justicieros, como el Carlos Moore de Schiller, que robaba a unos para favorecer a otros?
Causa asombro el contrasto que ofrece este cataclismo. Lo que arriba entristece abajo sirve para remediar miserias.
Lo mismo ocurre en la vida. Muchas veces del mal nuestro procede la felicidad del vecino.
BLASCO IBAÑEZ





Los siguentes días volvió el diluvio y, el 18 de noviembre, el río Júcar vuelve a desbordarse inundando nuevamente varias de las poblaciones que atravesaba en su recorrido, entre esas Alcira, la pequeña ciudad valenciana que Blasco eligió luego, como escenario de su novela Entre naranjos.  
Con una prosa evocadora y descriptiva, el escritor, que había contemplado de cerca aquel desastre natural con sus desoladoras estampas, supo reflejarlo fielmente en su libro, publicado en Valencia, en el año 1900.
Además, a través de esta novela, Blasco dio a conocer a nivel mundial su región natal con todas sus peculiaridades, difundió su cultura, las costumbres y tradiciones.


1921. Nueva York: The Torrent  1ª edición;
la versión inglesa de la novela Entre Naranjos de V. Blasco Ibáñez
Pintura al óleo de Dean Cornwell ; ilustración para The Torrent (1921)
 - la versión inglesa de la novela Entre Naranjos de V. Blasco Ibáñez

1926. The Torrent - la adaptación cinematográfica de la novela Entre Naranjos de V. Blasco Ibáñez

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